A esta entrada del blog le llamo
SIEMPRE HABRÁ UN OUTFIT QUE NOS UNA
Así mi vida
Si supieras que para mí es muy común que, en mi vida, al igual que en la de todas, ocurran aprendizajes disfrazados de desmadres; pero, también, de vivencias que me ayudan a recuperar, en este caso, la fe en las mujeres que me rodean.
Tal fue la vivencia de solidaridad tan bonita que tuve con Nabila. A mis ojos, una mujer en todo el sentido de la palabra. Centrada. Esposa, madre y amiga. Una empresaria fajona; pero, fuera de roles, una persona solidaria, amable y abnegada. En otras palabras, una mujer de paquete “TODO INCLUIDO”. Aunque, eso sí, como toda extranjera, sedienta de la familiaridad que le provoca la distancia de los suyos. Se trata de una boricua radicada en Santo Domingo, República Dominicana, junto solo a su esposo y al pequeño de la casa.
Por si te lo preguntas, lo que hizo que ella y yo nos conociéramos de tú a tú, de un “¡Hola, soy Misma! Un placer conocerte.”, fue un viaje de negocios a su país de actual residencia, en el que acompañé al que no me suelta ni en las cunetas —¡Eh! Deja retractarme de esta porque él pudiera decir lo mismo de mí, y no creo que me agrade la idea. ¡Ja, ja, ja, ja!—, y, por cosas que la vida ya tiene perfectamente planeadas, la susodicha fue la que apareció en el aeropuerto a recogernos; en lugar de su esposo, quien es amigo y socio del mío.
Lo que sucedió
Al otro día de la llegada a la tropicalísima Quisqueya sucedió que, en medio de la corta estadía, me puse algo creativa. Así, pero que de la nada, se me ocurrió que podía irme de tiendas con ella para aprovechar el viaje y conseguir un outfit para asistir a la presentación de la nueva novela de autoayuda de emprendimiento personal para la mujer de la Dra. Zulmarie Rivera. Y ahora que la menciono, aprovecho la ocasión para desahogarme contigo y decirte que, ahí donde tú la ves, la doctorcita esta me lleva ajorá, y todo por ser la protagonista de los relatos que aparecen en su libro. Pero tranquila; que este solo fue un paréntesis en el relato de esta anécdota, por lo que me voy a amarrar la lengua.
Ahora sí, de vuelta a lo que te estaba contando. No te voy a negar que, tratándose de mí, se me hizo un poco difícil atreverme a extenderle directamente la invitación a Nabila para hacer lo que quería porque, más que una invitación, en esos días yo era un alma en pena que gritaba por ayuda para que alguien como ella hiciera por mí de Uber, guardia de seguridad, asesora de imagen, mentora, motivadora; y todo lo que fuera necesario para dar con el outfit que, finalmente, me libraría del pendiente que tenía atravesado en la mente.
¡Qué mi marido no se entere! Pero, como toda estratega, lo utilicé de intermediario para conseguir lo que me traía entre ceja y ceja. ¿Calidad de servicio? CINCO ESTRELLAS.
Como era de esperarse, la respuesta de una mujer atestada de trabajo a mi propuesta fue inmediata. Para cuando me di cuenta, ya me había enviado un mensaje de texto para que no me cupiera la duda de que mis deseos ya pronto se harían realidad; y eso que no estaba en el mundo mágico de Disney.
Así que, sin saberlo, en algunas horas, Nabila y yo íbamos a darnos el gusto de, por primera vez en mucho tiempo, tener un merecidísimo date de chicas en el que hablaríamos un poco de todo lo que nos fuera posible y hasta planificaríamos cómo sería nuestro próximo encuentro cuando yo volviera a pisar suelo dominicano.
Dos mujeres, una misión
¡Ay, amiga! No sabes cómo nos fue en la misión que por iniciativa propia me dio por tirarnos encima. Empezando por decirte que éramos dos extrañas haciendo cosas típicas de amigas.
La cosa es que luego de recogerme en el hotel, Nabila y yo, andamos de la ceca a la meca por la República en busca del famoso outfit; el cual, para colmo, tenía un sinnúmero de especificaciones de mi parte. No, es que lo que tú no sabes es que esta que está como siempre aquí no está fácil. Por mis cómodas pantaletas, quería encontrar un conjunto de blusa y pantalón azul. No cielo, royal. Elegante, pero a la vez sexy. Ni muy formal, ni muy casual. A la verdad que quería algo de buen gusto. Que no me quedara ni demasiado ajustado ni demasiado suelto. Para nada que quería algo que me hiciera ver mayor de edad; aunque, pensándolo bien, tampoco tan joven. ¡Ay, no empieces! Mira que la misión era bastante sencilla: dar con un outfit que ni mandándolo a hacer quedara tan perfecto como lo quería.
A pesar de la gama tan absurda de especificaciones, Nabila, si no actuó, fue demasiado considerada conmigo. Cada vez que salíamos de una boutique con las manos vacías, literalmente me aseguraba: “No te preocupes, que ese outfit lo vamos a conseguir”. “¡Qué poder el que tiene mi nueva amiga de esperanzar al pobre!”, pensaba cada vez que ella abría la boca; así, toda optimista.
Y cuál de las dos resultó ser una mujer de armas tomar…
Ya en la primera parada, luego de darle cariño al paladar con un exquisito café y coger una clase relámpago acerca del cambio de moneda para poder pagar la cuenta de manera correcta, dimos con la blusa soñada. Al menos para mí, eso fue amor a primera vista. Muchacha, te digo que eso no me sucedió ni con el santo de mi marido. ¡Embuste! Y si no me crees, léete Mujer, el lazo que nos une tan pronto como ya.
Pero, por aquello de no perder la costumbre y decepcionarte una vez más, esta vez a tiempo, te lo voy adelantando: por no ser un conjunto, la dejé. ¡Sí, chica! Eso hice.
Inevitablemente, la decisión de dejar esa blusa a la suerte, entre tantas piezas de ropa que, si no llega a ser por su atractivo color y corte, la hubieran minimizado, nos llevó a dar mil vueltas por la capital. A arriesgar a nuestras preciadas vidas al practicar su deporte más extremo: conducir por sus calles. A entrar y salir de varios lugares. A medirme uno que otro outfit. A despedirme de un putísimo vestido corto azul royal con la lagrimita bajando por la mejilla. A dar tarjetazos innecesarios. A continuar en busca de lo que no encontrábamos ya casi a punto de que nuestros maridos nos llamaran para saber qué había sido de nuestras vidas.
A poco de decidir abandonar la idea de vestir un outfit extranjero en la actividad a la que había sido invitada, Nabila me dijo toda decidida: “Vamos a regresar por esa camisa”. Te juro que hasta con miedo la miré, por lo decidida que se veía a hacer lo que decía. Pero es que nadie más que ella tenía razón. La camisa me había gustado; cómo no la iba a comprar. Piensa, eso fue amor a primera vista. ¿Qué mujer va a dejar perdido a su amor a primera vista? Bueno, la que no estuviera dispuesta a pagar un alto precio por él. Aclaremos, por favor.
Misión cumplida
Después de entrar a la boutique donde la camisa de mis caprichos seguía esperando por mí, encontramos el pantalón ideal para ella en otra tienda. Te digo, si entras ahora mismo a mi percha, vas a ver a una de esas parejas que en verdad se complementa. De esas que te hacen decir “¡Qué cosa más linda, caray!”, pero que también hizo a mi madre decir “Pero porque no te bajas un poco la camisa, recuerda que vas para la presentación de un libro”. ¡Mire, madre…! Hágame el favor y ubíquese. Que tan solo Nabila y yo sabemos lo que nos costó declarar a viva voz: “¡¡¡MISIÓN CUMPLIDA!!!”.
Pero bueno, ahora, tiempo después de haber compartido esa tarde con Nabila y recordarle a mi madre que un cantito de carne a la vista de vez en cuando no hace daño, no olvido haber conocido a una mujer de virtudes. Llena de sororidad. De esas que suman; y, aunque tengo la certeza de que ambas aparecimos en la vida de la otra con un propósito con fecha de caducidad, te garantizo que siempre habrá un outfit que nos una.
¡Gracias por tanto, Nabi!
Misma (Mt. 22:39)
En algún momento, ¿has tenido alguna experiencia parecida a la que yo tuve con Nabila? ¿Qué ocurrió? ¿Qué significó para ti? ¿Qué aportó a la vida de las dos?
Algunas notas para que nos podamos entender:
1. El calificativo “paquete todo incluido” significa que, en este caso, la persona en cuestión posee todas las cualidades positivas que se esperan de una mujer.
2. El uso de la expresión “no me suelta ni en las cunetas” sugiere que una persona no descuida a otra que sea de su interés ante ninguna circunstancia.
3. El término en inglés “outfit” en español significa “vestimenta”.
4. Uber es una aplicación por medio de la cual conductores privados ofrecen sus servicios de transporte alrededor de varios lugares en el mundo.
5. La expresión “andamos de la ceca a la meca” significa ir de acá para allá. En este caso, de una manera algo alocada.
6. La expresión “dar tarjetazos innecesarios” significa gastar dinero por gastar.
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