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Si no fuera por un par de pies

  • Foto del escritor: Misma
    Misma
  • 1 ene
  • 4 Min. de lectura

A esta entrada del blog le llamo

SI NO FUERA POR UN PAR DE PIES


Precisamente, hoy comienza un nuevo ciclo de 365 días. Felicidades por haber llegado hasta aquí; así sea hecha un desmadre. Estoy segura de que otra en tu lugar se hubiera rajado antes de llegar a la mitad del 2024. Y aunque en el primer día del año no quiero venir con la misma mierda, sí quiero contarte una breve historia aprovechando la llegada del 2025. Si algo de ella te hace sentido, pues mira a ver qué vas a hacer contigo (y por ti).


Ya te dije que se trata de una breve historia

 

Cada noche veía a mi mamá darse una ducha. Salir del baño con su pijama y sentarse en una pequeña mecedora con un pote de crema para el cuerpo frente al televisor. El olor que ella traía consigo era refrescante. Era el típico olor que aseguraba que en efecto se había acabado de dar un baño.

 

Una vez acomodada en la mecedora, se echaba la crema en los pies. Los masajeaba con un afán y cuidado que a mi edad yo no podía entender. Como parte de su ritual, se aseguraba de que, incluso, la cutícula de las uñas quedara bien humectada.

 

«¿Por qué mami hace eso?», me preguntaba, pero no comentaba ni decía absolutamente nada.

 

La verdad es que era pequeña. Para mí eso que mami hacía no tenía sentido. Dime tú, qué de importante podía tener echarse crema en los pies cada noche. O ella estaba loca o la loca era yo.


Otra posible loca se suma a esta historia

Así mismo, según veía a mi mamá hacer esto cada noche, también era común escuchar a la siempre empotrillada de mi tía paterna elogiar sus pies. Y no es que ella tuviera una fijación con ellos, como para sumarla a la loca de mi madre. Es que la verdad era que los pies de mi mamá lucían impecables en todo momento, al punto que mi tía me decía con frecuencia que en los pies de mi mamá se podía comer. Cuando me decía eso, yo los miraba y le contestaba de manera afirmativa; puesto que en el estricto sentido literal yo podría comer en sus pies.

 

Al día de hoy los pies de mi mamá no tienen ni una sola grieta en los talones. Los putitos parecen nalgas de bebé. Lucen sedosos, y siempre tienen sus uñas set. Por supuesto que los zapatos abiertos son sus mejores aliados.

 

Pero eso es en cuanto a los pies de ella, porque en cuanto a los míos…


Este es el punto de la historia en el que se asoman mis pies

Digamos que hace cerca de un año sentí la necesidad de confrontarme —no sé si a ti te pasa lo mismo, pero cada tanto tiempo suele sucederme que tengo que ponerme yo misma en mi lugar; especialmente, si llevo tiempo tirada en la engañosa «zona de comodidad»—, por lo que estando en casa me dije bastante cabreada: «¡Qué carajo te pasa, Misma!». Y todo por sentir que hasta cierto punto había perdido el control de mi vida. En esos días yo como que estaba dejando muchas cosas al azar. No me interesaba lo que antes sí, y ya nada me llamaba la atención —creo que hasta algo de depresión había por ahí—. Después de esto, me tiré en la cama y me miré los pies.


Sospecho que si hubieran podido hablar me hubiesen dicho: «Te acuerdas de que seguimos aquí, ¿verdad?».

 

Aclaro que no es que estuvieran hechos un asco. No, tampoco a ese extremo. Como es lo «normal», me recortaba las uñas con frecuencia y le daba su colorcito cuando era necesario. Pero eso de la cremita, el masajito y toda la cosa, qué va. Eso es lo que necesito que el de casa me haga a mí, ya se lo iba a hacer yo a ellas.

 

Pero ese día, mientras me miraba los pies, algo cambió en mí.

 

Nena, no; no estoy loca.

 

Te juro que mi voz interior me dijo, refiriéndose a mis pies: «Por qué no empiezas adoptando una pequeña rutina a ver qué pasa».

 

A ese punto, yo ya estaba tan apestá de la vida que me dije: «Qué voy a perder si lo intento»; así que esa misma noche comencé a cuidármelos sin expectativa alguna.

 

Para mi sorpresa, en poco tiempo, logré mejorar su aspecto. Ese fue un pequeño gran logro para mí. Ya poco a poco se van pareciendo cada vez más a los de mami.

 

Lo cómico de todo esto es que si no fuera por un par de pies yo no hubiera podido adoptar más adelante otros hábitos que al día de hoy han mejorado mi vida de muchas formas y en muchos sentidos.

 

Querida amiga, te reitero que no estoy loca como de niña pensaba que mi mamá lo estaba.

 

(Mt. 22:39)


Por mi parte, estoy convencida de que las grandes victorias comienzan con esfuerzos pequeños. En tu caso, ¿opinas lo mismo? ¿Qué cosas te propones para este 2025? Cuéntame en la sección de comentarios.


P. D. No olvides que siempre que así lo desees puedes compartir las entradas de este blog con las mujeres que te rodean, con esas que forman parte de tu comunidad femenina.


 

Algunas notas para que nos podamos entender:

 

1. El término «empotrillada» en este caso se refiere a una mujer a la que le gusta y que acostumbra a estar bien arreglada.

 

2. El término en inglés «set» en ocasiones se utiliza en países como en Puerto Rico para indicar que algo está listo o al día.

 

3. El término «cabreada» hace referencia a un estado mental en el que la persona se siente o se encuentra molesta o de mal humor.

 

4. El término «apestá» proviene de la palabra «apestada», en este caso es equivalente a decir que la persona está o se siente aborrecida. 

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Deseo que, aunque yo termine siendo en tu vida un llamado ave de paso, al menos sea uno de esos que saben dejar huellas a lo bonito con la palabra escrita; porque mira que con #MUJERELLAZOQUENOSUNE me propongo a ir tras una mujer a la vez, recordando en todo momento que fuimos llamadas a amar al prójimo como a nosotras mismas".

 

(Mt. 22:39)

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