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Cuando una gran mujer se va



A esta entrada del blog le llamo

CUANDO UNA GRAN MUJER SE VA


Te aseguro que de habérselo propuesto las tres juntas hubieran conquistado al mundo.


Se trataba de dos hermanas, una mayor que la otra, y de la mejor amiga de ambas. Digamos que se trataba de tres confidentes unidas por sus diferencias. Entre ellas, y como era de esperarse por todo lo que en efecto suena lógico, la mayor hacía más de madre; la que le seguía a esta, de joven; y la otra, de niña empedernida.


Qué tiempos aquellos en los que lo de las tres era emperifollarse de arriba abajo y provocar risas que traspasaban la puerta cerrada de la habitación de una de las hermanas.


Era principios de los ochenta.


Para esa época, el cabello corto con ondas o permanente, el aerosol, las sombras y los maquillajes, los vestidos, zapatos con tacos altos y accesorios puntuales lo eran todo. El labial, que cuidadosamente enmarcaba lo más hermoso que toda femina tiene en el rostro, también lo era. Así como también lo era el perfume con atomizador que, además, a muchas les servía para darle un toque especial a la coqueta del juego de cuarto, en caso de que tuvieran buen gusto en materia de decoración.


Ser mujer, en el sentido estricto de la palabra, comenzaba a disfrutarse y a estar de moda entre las sechenteras; y el chiste es que las condenadas lo sabían.


Por eso era por lo que aprovechaban cada fin de semana, y a eso de las ocho y media, quizás nueve de la noche, salían por esa puerta vestidas y bien arregladas; cada una desplegando toneladas de brillo y dando a conocer y haciendo lucir sus estilos. En tanto, ya era costumbre para el resto de los familiares que residían en el hogar reunirse en la sala de estar para disfrutar a sus anchas de lo nuevo que les traería el desfile producido por semejante trío.


Solo adioses y prometedores “regresamos temprano” se les escuchaba decir a las mujercitas —que se abrían paso en la vida con un envidiable sentido de independencia— de camino al sexy y oloroso Nissan color vino.


Después de acomodar muy bien el trasero en el asiento del conductor, la que de las tres de estas hacía de amiga encendía el auto; seguido del aire acondicionado. Dependiendo del estado de ánimo del locutor de la radio, pudiera ser que en su interior de pronto se comenzara a escuchar desde la reveladora y empoderada Girls Just Want To Have Fun de Cyndi Lauper hasta cualquier otro sencillo cursi de Los Chicos. Posterior a esto, y solo luego de asegurarse de que todo estuviera en orden y no necesitaran nada más para iniciar lo que para ellas siempre era una nueva y excitante aventura, lo ponía en marcha rumbo hacia su destino.



Pero, como el putísimo este es loco con complicarnos la vida, con el paso del tiempo, cada una fue encontrando su camino en las relaciones de pareja; razón por la cual terminaron por separarse tan pronto como cuando perdieron la costumbre de atravesar juntas el pasillo que ya las echaba de menos.


A consecuencia de una serie de aciertos y desaciertos, estas también comenzaron a vivir a ritmos bastante parejos la experiencia del matrimonio; seguida de aquella que tiende a brindar el tipo de maternidad que termina en la separación o el divorcio.


Curiosamente, esto les ocurrió a las tres; con la exactitud con la que se repite todo patrón que se hace a la medida.


Sin embargo, así como digo una cosa también digo la otra…


Por supuesto que sus vidas se fueron estabilizando con el paso del tiempo, pero solo cuando cada una logró superar por su cuenta y a su manera las múltiples caídas que les pelaron hasta las rodillas.


La mayor, por ejemplo, terminó siendo estilista, a pesar de contar con estudios universitarios relacionados con las cuentas y los números; la del medio, por el contrario, siguió en la de ella, viviéndose la película de la ejecutiva experimentada y de ciudad; y la menor, pues, aunque era muy buena en las ventas, fue más lo que se dedicó al cuidado del hogar y a la crianza de los hijos, en ocasiones por gusto y en otras por necesidad.


Mire mi hermana, con todo lo que hasta ese momento habían vivido, no había manera de que esas mujeres no hubieran cambiado y, como amigas, separado. Como ves, a la larga, la vida y sus mierdas tienen mucho que ver con lo que hace de nosotras y de nuestro círculo más íntimo de amistades. Pero, ojo:


"lo que bien se siembra no muere en la mente, mucho menos en el corazón".


Cada tanto tiempo la amiga se aparecía de visita en la casa de las hermanas sin anunciarlo y lista de pie a cabeza, tal y como si fueran a tener otra de sus salidas nocturnas; trayéndoles de vuelta a las tres la felicidad que les regalaron aquellos años esplendorosos de la juventud.


Lamentablemente, este tipo de visita ocurrió hasta que un día su llegada a la casa de las hermanas no solo se dio por el deseo de volver a ver a sus amigas de toda la vida o de revivir viejos tiempos con la música a todo volumen de la Cyndi y Los Chicos, sino por el diagnóstico sorpresivo y desalentador de melanoma que recibió la mayor de ellas.


Discúlpame, pero, a este punto, no sé qué decir que no suene obvio: el triste reencuentro que esta vez se dio entre las tres devastó a las sobrevivientes.


La verdad es que a ninguna de ellas jamás le pasó por la mente que la enfermedad, digamos "del momento", les tocaría a la puerta; y mucho menos para enseñarles, de la manera más cruel, insospechada y traicionera posible, lo que se siente perder al tipo de persona que está ahí en todo momento para escuchar, acompañar e impulsar a otros con cordura y compasión.


A raíz de los días de duelo, las que ahora constituían un par de amigas, en lugar de un trío, se convencieron de que cuando una gran mujer se va lo único que queda es reconocer en su memoria nuestra grandeza y esforzarnos por ser suficientes para nosotras mismas. Sin embargo, en su privacidad, no dejan de escuchar con nostalgia la canción Pensando en ti de Los Chicos. Específicamente, la parte que dice:


Tal vez tú quieras saber que en mí

siempre quiero contener

tu imagen que yo no podría borrar,

ni tu alma bondadosa ni tus ojos al mirar.


Querida amiga, ¿sabes una cosa? Yo no soy ninguna de las mujeres que figuran en esta historia. Pero ahora mismo sigo sin creer que esa cercana, queridísima y noble mujer, víctima del maldito cáncer, se haya ido. Y todo por culpa de un pequeño lunar que comenzó a portarse mal sobre el lado del pecho en el que descansaba su manso corazón mientras día tras día esta se ocupaba, desde las seis en punto de la mañana, de hacer mucho más que embellecer en su pequeño salón de belleza el cabello de sus más fieles y leales amigas y clientas de toda la vida con el apoyo de su querida vieja; quien, a pesar de sus más de ochenta años, voluntariamente las alcahueteaba con una efervescente soda, cafecito u horchata, o con un juguito de fruta natural hecho por ella misma con la cosecha del día.


Misma (Mt. 22:39)


 

En esta historia el secador de cabello se habrá apagado,

su ruido ya no se escuchará más.

Pero las memorias que en ese salón de belleza se crearon,

en honor a una gran mujer como pocas siempre permanecerán.


En memoria de tití Iris

 

Querida amiga, cuéntame: ¿Has perdido físicamente a una gran mujer? ¿Qué se supone que se haga cuando la que estaba en todo momento para escuchar, acompañar e impulsar a otros con cordura y compasión ya no está? En estos días, necesito un poco de consuelo.


P. D. No olvides que siempre que así lo desees puedes compartir las entradas de este blog con las mujeres que te rodean, con esas que forman parte de tu comunidad femenina.

 

Algunas notas para que nos podamos entender:


1. La expresión “emperifollarse” digamos que se refiere a arreglarse con sumo esmero.


2. El término “sechenteras” fue inventado para propósitos de esta anécdota; se refiere a las mujeres que llegaron a la mayoría de edad entre finales de los años 70 y principios de los 80.


3. En este caso, el término “compiche” es sinónimo de “cómplice”.

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Deseo que, aunque yo termine siendo en tu vida un llamado ave de paso, al menos sea uno de esos que saben dejar huellas a lo bonito con la palabra escrita; porque mira que con #MUJERELLAZOQUENOSUNE me propongo a ir tras una mujer a la vez, recordando en todo momento que fuimos llamadas a amar al prójimo como a nosotras mismas".

 

(Mt. 22:39)

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