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Cosas pasan en el baño público de mujeres cuando el problema lo tiene uno


A esta entrada del blog le llamo

COSAS PASAN EN EL BAÑO PÚBLICO DE MUJERES

CUANDO EL PROBLEMA LO TIENE UNO


Cosas pasan en el baño público de mujeres cuando el problema lo tiene uno.


Lo que me pasó el otro día

El otro día estaba ahí, en uno de esos restaurantes de lujo a los que ahora nos da por ir a janguear a las que en esta vida ya llegamos al tercer, cuarto y, quién sabe, si hasta al quinto o sexto piso; como si tuviéramos los millones de la vida. Y, de momento, me entró la urgencia de ir al baño. Entre tú y yo, obvio que después de beberme el Río Nilo.


Es justo compararme con un automóvil de Fórmula 1

Si me hubieras visto, iba por ese pasillo a la velocidad máxima de un automóvil de Fórmula 1. La verdad es que estaba más apurada que mis viejitas queridas con incontinencia urinaria —por si las moscas, te invito a que leas Mujer, el lazo que nos une—. Miedo tenía yo de que, en una de esas, chocara con uno de los tantos meseros que se me metieron al medio debido al rush que provocó la hora feliz, y que, a consecuencia de eso, se me saliera todo el líquido que hasta ese momento había ingerido con el único propósito de hidratarme.


Dos servicios menos uno

La cosa es que cuando entré al baño me di cuenta de que en el lugar había dos servicios para su uso. Sin embargo, uno estaba clausurado. De manera que solo uno estaba disponible, pero, en ese momento, dos chicas lo ocupaban.


Y en este punto es que se asoma lo bueno

Al verlas, presumí que eran amigas. Y sino eran amigas, pues coño, qué buena les quedó la actuación. Una estaba vomitando dentro y fuera del inodoro, mientras la otra le hacía el favor de sujetarle el cabello para evitar que se ensuciara un poquito menos de lo mucho que lo estaba haciendo.


No me vayas a decir presentá, pero algo alcancé a escuchar:


—Qué hago, ¿me pongo más así, como les gusta a ellos, o lo dejo de buscar? —dijo entre palabras y vómitos la que seguía abrazando al inodoro con miedo a que se le fuera corriendo por el desastre de sus desechos.


—¿Él te quiere? —le preguntó la otra, como para asegurarse qué responderle.


—No, esa es la cosa; que yo sé que él no me quiere —y le volvió a preguntar a la supuesta amiga—: ¿Qué hago?


Misma al rescate

La amiga se quedó callada, y yo como que traté, te juro que traté de no meterme en lo que no me importaba. Pero, entiéndeme; cómo iba a seguir viendo cómo a una de nosotras se la iba a flochar el inodoro sin que nadie la retuviera con todas sus fuerzas como para salvarla de la desgracia.


Así que estando en esas hasta se me olvidó que me estaba haciendo pipí, y dejé a un lado la idea de disimular, de hacerme la loca, de respetar el derecho de ambas a la privacidad, de salir del baño y esperar mi turno afuera, y, en lugar de eso, opté por ocupar el lugar de la buena amiga, y después de lo visto y contado todas sabemos que se trataba de una buena amiga —porque no cualquiera aguanta a escuchar tantas pendejadas que bien se podrían dejar de escuchar con una buena bofetada, de esas que envían el mensaje claro y alto de “Coño, no seas tan pendeja; date tu lugar”, y, mucho menos, soportar la pestilencia de los desperdicios bucales de otra persona— que, por sujetarle el cabello, ya tenía las manos llenas de vómito ajeno. Y no creas que fui grosera al hacerlo. No, por el contrario. Lo hice con la intención y con el tipo de tacto que dice “Tranquila, yo te relevo”.


Cuando la buena amiga se puso de pie, evidentemente aliviada por ofrecerme a relevarla, y yo me aseguré de agarrar bien a la que la cabeza le seguía dando vueltas y vueltas por el exceso de alcohol que había en su sistema, le dije:


—Ahora, pregúntame a mí.


—Es que yo sé que el problema lo tengo yo —dijo ella parloteando, y sin tener idea de quién carajo era la que le estaba hablando. Después, hizo una breve pausa y siguió diciendo para, después de acertar, cagarla—: Qué hago, estoy dispuesta hasta a aumentarme una cosita por aquí y otra por allá.


Efectos secundarios de lo escuchado

Al escuchar tal barbaridad, yo como que comencé a sentir un calentón por todo mi cuerpo que me invitaba a sacudirle hasta los pensamientos a la misma vez que la conciencia me advertía: “Ese no es tu problema”. ¡Joder!, pues tendré que censurar a algunos de mis pensamientos, pero callada no me voy a quedar.


Y así, como si nada, a la desconocida le contesté:


—¡La autoestima, mija! ¡Por qué no aprovechas, y lo que te aumentas es la (puta) autoestima!


Ves lo que digo, cosas pasan en el baño público de mujeres cuando el problema lo tiene uno.


Misma (Mt. 22:39)


¡Y qué aumentarse una cosa por aquí y otra por allá a cuenta de un hombre!, a la verdad que hay que orar. Querida amiga, ¿qué tú crees que hubieras hecho estando en el lugar de esta amiga?


P. D. No olvides que siempre que así lo desees puedes compartir las entradas de este blog con las mujeres que te rodean, con esas que forman parte de tu comunidad femenina.

 

Algunas notas para que nos podamos entender:


1. El término “janguear” es lo mismo que salir a divertirse.


2. La expresión “después de beberme el Río Nilo” es una manera de expresar lo mucho que la persona había bebido hasta ese momento estando en el lugar.


3. El término “rush” en este contexto es similar a decir “ajoro”.


4. La expresión “flochar” es similar a “descargar”, en este caso el inodoro.


5. El término “mija” se utiliza para referirse a una mujer de manera peculiar.

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